La vida en una maleta

Emigrar es una experiencia que a muchos les ha tocado vivir, es un tema que en los últimos años se hace cada vez más común. En el caso de nosotros los venezolanos, hemos tenido que tomar esta difícil decisión por la situación del país.

Cuando se decide emigrar son muchas las dudas que nos vienen a la cabeza, los miedos nos invaden y la incertidumbre se apodera de nosotros; porque no sabemos cómo será ese gran cambio. Salir de la zona de confort en la que nos encontremos siempre será una decisión difícil y más aún si tenemos que decidir por otros, como es el caso de los que tenemos hijos.

Colocar tu vida en una maleta no es fácil, seleccionar qué recuerdos se van contigo y qué cosas se quedan es un proceso. Cuando nos mudamos de casa, solo tenemos que guardar en cajas todo lo que nos queremos llevar y tenemos la certeza que todo tendrá un lugar en nuestra nueva casa, pero cuando nos mudamos de país y no podemos llevarnos todo, es donde viene la frustración y la tristeza.

Cuando me tocó hacer las maletas y seleccionar que iba a parte de la ropa, me dí cuenta lo apegada que estaba de ciertas cosas materiales, como los peluches de mis hijos, el álbum de fotos o las tarjetas de los cumpleaños pasados. Suena un poco tonto, pero son muchos los recuerdos que van acompañados de esos objetos, cada cosa está atado a un momento que representa algo importante en mi vida. No solo tuve que dejar atrás los primeros dibujos de mis hijos, dejé una vida completa.

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En la maleta no solo van metidos accesorios, ropa o zapatos, ahí metemos nuestros mejores momentos, esos que nos ayudarán a hacer el cambio más llevadero, los que se convertirán en nuestros amuletos. Los cambios no son malos en sí mismos, lo que nos afecta es la actitud con que los afrontemos, sino tenemos las herramientas adecuadas para vivir la experiencia no sabremos como responder antes las diversas situaciones que se nos presenten, y en ese caso la experiencia de emigrar puede convertirse en una tortura.

Para mí emigrar no ha sido un proceso traumatico, afortunadamente las condiciones en las que se dio este cambio han sido buenas. Los niños lo han tomado bien y yo después de mucho tiempo me siento relajada y tranquila, porque decidí que este cambio era una oportunidad y no una dificultad. Es cierto que en mi país dejé afectos que extraño, pero separarse de seres queridos es una parte normal de la vida. No siempre podremos estar cerca de todas las personas que queremos, pero estar lejos no quiere decir que estamos ausentes.

Todas las experiencias son distintas, mis miedos estaban relacionados más con mis hijos, por cómo les podía afectar alejarse de sus amigos, su familia, su entorno. Particularmente me preocupaba mi hija porque en su caso, ella dejó a su papá -ella es fruto de mi primer matrimonio- y su relación es muy cercana, claro ella tiene 9 años, sin embargo tiene una inteligencia emocional muy madura y para mi buena suerte la distancia no ha sido un trauma.

Al final yo creo que cuando hay amor no importan los kilómetros que nos separen, ese amor se mantendrá firme a pesar de las tormentas y esto aplica para todo, para padres, hijos, pareja y amistades.

 No siempre podremos estar cerca de todas las personas que queremos, pero estar lejos no quiere decir que estamos ausentes.

Gracias por tomarte el tiempo de leerme.

Se despide con cariño…

Vanessa

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